lunes, 11 de noviembre de 2013

El duelo en el Adulto Mayor

La pérdida de un ser querido desconcierta, desorienta y produce gran dolor. Este duelo resulta especialmente difícil cuando quien parte, es el compañero o la compañera de toda la vida.

Si bien la viudez genera mucho temor, angustia y dolor, es importante y sano que se viva y acepte de la forma más natural posible. Un duelo que se vive a concho permite que, a largo plazo, el deudo se reacomode y sea capaz de recuperar las ganas de vivir.

¿Cuánto dura el duelo?

Por lo general el duelo se inicia inmediatamente tras la muerte de la pareja. Sin embargo, en algunas personas este proceso se inicia tras el paso de algunos meses.
La duración de un duelo varía en cada persona y depende de varios factores:
  • La forma en que se produce la pérdida (enfermedad fulminante, accidente, larga enfermedad).
  • La personalidad del deudo.
  • Los recuerdos que se tienen de la persona fallecida.
  • Las redes de apoyo con que cuente el deudo.



En términos generales, un duelo consta de tres etapas fundamentales:

a. Impacto, perplejidad o shock: Esta etapa se inicia cuando recibimos la noticia de la muerte y puede durar minutos o meses. En esta fase, el adulto mayor siente pena, dolor, incredulidad y confusión; posiblemente cambie su apetito (coma más o menos) y presente insomnio. Es importante acompañarlo, conversarle, estar presente, pero hay que evitar sobreprotegerlo.


b. Rabia y culpa: En esta etapa la muerte es aceptada como un hecho real. Se intensifican la pena y el llanto, surgen sentimientos de culpa, resentimientos, soledad y auto reproche. Es conveniente que la familia dé espacios para que el deudo exprese abiertamente su pena. Muchas veces ni siquiera es necesario establecer un diálogo, basta con escuchar, acoger, acariciar su mano o abrazarlo.

c. Desorganización del mundo, desesperación y retraimiento: Esta fase del duelo está marcada por la rabia y resentimiento que experimenta el adulto mayor. Sueña con el (la) fallecido(a), se aísla, visita lugares que le recuerdan a su pareja y cree verlo o escucharlo. A estos síntomas emocionales se suman evidencias físicas, como tirantez en el tórax y garganta, hipersensibilidad a los ruidos, sensación de ahogo y sequedad de la boca.


La familia no debe empeñarse en cambiar la conducta y sentimientos del adulto mayor. Por el contrario, debe respetar sus tiempos, estar con él y permanecer pendiente de sus necesidades físicas y emocionales.

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