La pérdida de un ser querido
desconcierta, desorienta y produce gran dolor. Este duelo resulta especialmente
difícil cuando quien parte, es el compañero o la compañera de toda la vida.
Si bien la viudez genera
mucho temor, angustia y dolor, es importante y sano que se viva y acepte de la
forma más natural posible. Un duelo que se vive a concho permite que, a largo
plazo, el deudo se reacomode y sea capaz de recuperar las ganas de vivir.
¿Cuánto dura el duelo?
Por lo general el duelo se
inicia inmediatamente tras la muerte de la pareja. Sin embargo, en algunas
personas este proceso se inicia tras el paso de algunos meses.
La duración de un duelo
varía en cada persona y depende de varios factores:
- La forma en que se produce la pérdida (enfermedad fulminante, accidente, larga enfermedad).
- La personalidad del deudo.
- Los recuerdos que se tienen de la persona fallecida.
- Las redes de apoyo con que cuente el deudo.
En términos generales, un
duelo consta de tres etapas fundamentales:
a. Impacto, perplejidad o
shock: Esta etapa se inicia cuando recibimos la noticia de la muerte y puede
durar minutos o meses. En esta fase, el adulto mayor siente pena, dolor,
incredulidad y confusión; posiblemente cambie su apetito (coma más o menos) y
presente insomnio. Es importante acompañarlo, conversarle, estar presente, pero
hay que evitar sobreprotegerlo.
b. Rabia y culpa: En esta
etapa la muerte es aceptada como un hecho real. Se intensifican la pena y el
llanto, surgen sentimientos de culpa, resentimientos, soledad y auto reproche.
Es conveniente que la familia dé espacios para que el deudo exprese
abiertamente su pena. Muchas veces ni siquiera es necesario establecer un
diálogo, basta con escuchar, acoger, acariciar su mano o abrazarlo.
c. Desorganización del
mundo, desesperación y retraimiento: Esta fase del duelo está marcada por la
rabia y resentimiento que experimenta el adulto mayor. Sueña con el (la)
fallecido(a), se aísla, visita lugares que le recuerdan a su pareja y cree
verlo o escucharlo. A estos síntomas emocionales se suman evidencias físicas,
como tirantez en el tórax y garganta, hipersensibilidad a los ruidos, sensación
de ahogo y sequedad de la boca.
La familia no debe empeñarse
en cambiar la conducta y sentimientos del adulto mayor. Por el contrario, debe
respetar sus tiempos, estar con él y permanecer pendiente de sus necesidades
físicas y emocionales.
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