jueves, 26 de septiembre de 2013

La Jubilación y el adulto mayor

Algunos esperan la jubilación con ansia, para sentirse liberados del  trabajo. Otros la observan “desde lejos”, como si no fuera a llegarles nunca. Pero a casi todos, sean cuales sean las expectativas personales, les supone un shock emocional y un proceso adaptativo que puede convertirse en un serio trastorno depresivo. Cuando en muchos países del mundo se está debatiendo retrasar la edad de jubilación para aliviar las arcas del estado de las prestaciones sociales, amparados por la indiscutible realidad social del aumento de la longevidad, la jubilación regresa a los foros de opinión con más fuerza que nunca. 

La jubilación puede llegar a eliminar de golpe los estímulos que son indispensables para motivarse ante la vida. Es un cambio brusco y total, que afecta a la esfera socio-profesional y familiar de forma violenta y que puede conducir al individuo a un estado de frustración y desmotivación, que son fuente de profundo estrés y causa probable de una futura depresión. El papel que desempeñábamos en la sociedad (empleado, directivo, artesano, etc.) o la consideración social que generaba la profesión, así como la seguridad que ofrecía su salario mensual, se vienen abajo.

La jubilación resultará más traumática en aquellas personas en las que el trabajo era su única motivación y prioridad en la vida. Este enfoque exclusivo proyectado en el trabajo es debido a que casi nunca se prepara una alternativa válida para después de la jubilación. No se promueven ni se buscan alternativas luego de laborar.


Millones de personas, a partir de los sesenta y cinco años, se ven abocadas a la marginación social y van cayendo de forma alarmante en conductas depresivas, cuando por el contrario podrían dedicarse, para el resto de sus días, a otras labores extra-profesionales altamente estimulantes, como la música, la pintura, estudios especiales y labores de cooperación, solidaridad y auxilio social, entre otras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario